Firma requerida
- Tinta de un bisturí
- 27 dic 2022
- 1 Min. de lectura
Actualizado: 29 dic 2022
Detener el torbellino de pensamientos que ocupaban aquella mañana se había convertido en misión imposible.
Le dedicaba una atención insignificante a su reloj, pero sabía que ya era tarde para el café y muy temprano para el postre.
La más larga de las cintas métricas no sería capaz de medir la intensidad de su mirada. Una mirada que había mantenido fija sobre el papel que resumía todo por lo que había luchado.
Dedicó sus mejores veranos y sacrificó tantas primaveras por mantener aquello atado, que renunciar era como lanzarse al vacío sin nada que te sostenga.
Había admirado tantas veces la caligrafía especial que usaba al escribir su nombre que le parecía increíble que la vería poniéndole punto final a lo que, hasta hace unos meses, había jurado que era la definición que encontraría en el diccionario al buscar felicidad.
Miró hacia la pared del fondo queriendo encontrar algún recuerdo con el peso suficiente para mandar ese papel al zafacón, pero solo encontró en ella un tono gris maltratado por algo más que el tiempo; la soledad.
La ansiedad se apoderó de su ser al no encontrar una razón válida para postergar lo inevitable y unos golpes a la mesa con su bolígrafo intentaban marcar el paso del tiempo.
El miedo a lo desconocido le impidió firmar, pero el interés en querer algo mejor mantenía el papel en el mismo lugar.
Esperaría un día más, a fin de cuentas, hace tiempo que no hacía otra cosa que no fuera esperar.
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