Hoy que no estás
- Tinta de un bisturí
- 27 dic 2022
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 29 dic 2022
Hace unos meses escuché decir que partiste y, con cara de pocos amigos, pensé en las tonterías con las que la gente suele bromear.
Seguí caminando y volví a leerlo. No, no podía ser cierto. Te escribí. Mi corazón aceleró el paso, minutos después, al ver ese “hola” que nunca te llegó. Te llamé y el buzón de voz me gritaba una realidad; no estabas.
Estaba en ese momento; no sabes qué hacer, si pensar, delirar, y el inútil deseo de querer solo DESPERTAR se apodera de ti, mientras las lágrimas, sin pedir permiso, toman el protagonismo.
Sí, te habías ido. Un desfile de recuerdos paseaban por mi memoria, impulsando esas lágrimas a danzar más rápido, sin pausa.
¿Cómo entenderlo? ¿Cómo aceptarlo? ¿Cómo quedarnos con tanto sin decir?
Si los amigos son la familia que se elige, tú me regalaste un hogar. Y hoy que no estás, mandaste el techo a volar y dejaste nuestra amistad sin cobijo. Sí? ¿Podría ser tan egoísta de culparte por irte, y no ser yo responsable de quedarme? ¿Es mejor quejarnos de lo que se acaba en vez de agradecer por lo vivido?
¿Somos tan poco humanos para hacer uso de la empatía y tan humanos para sumergirnos en el dolor y culpar a los demás por no poder salir de él?
No, tú mereces más.
Por eso, hoy que no estás, voy a sonreír. Sí, sonreiré, porque tuve la gran oportunidad de conocerte antes de que partieras, por lo que me enseñaste, por lo que tuve que enseñarte y me sirvió para aprender, por el tiempo, los consejos, las conversaciones, por tu confianza en mí que yo a veces perdía, por tanto a cambio de tan poco, por enseñarme que aún hay corazones nobles en los que se puede tatuar la palabra amistad.
Hoy que no estás soy feliz, porque tuve la dicha de que un día estuvieras.
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