No fui por helado
- Tinta de un bisturí
- 6 ene
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Actualizado: 6 ene
Era domingo, de esos que saboreas el dolor anticipado, que abrazan con intención de desaparecerte. Transcurría con menos ansiedad de la esperada, los pendientes seguían en lista de espera, y las heridas cubiertas por una falsa tranquilidad, seguían multiplicándose.
Tomó su mochila y salió con más prisa de la necesaria.
Iba a comprar helado.
O eso pensó.
Mientras caminaba pasó por calles que le recordaban la persona que ya no era, y un amor que, aunque seguía allí, ya no estaba.
Llegó a la heladería y una multitud rodeaba la entrada. No quería esperar, pero ignoró la oportunidad que tuvo de preguntar si podía pasar.
Esperó.
Por un momento creyó tener la necesidad de asegurarse que el sabor que buscaba estaba ahí, pero no quería decepcionarse; no tan rápido, no ahí… no hoy.
Siguió esperando.
Pasó una hora y, sin cambios de actitud, dejó pasar dos, y seguía allí… esperando.
Intentó analizar sus opciones y no logró ni mencionarlas.
Llegó su turno. Sonrió, preguntó por helado de limón y la respuesta sacudió rincones de sí que durante todo el día había intentado anestesiar con dosis de indiferencia.
Pero no, no quería otro sabor; No ahora, no ahí, no hoy.
Dio la vuelta y procuró llegar a la puerta, con todas las miradas en su espalda y una sola interrogante bajo sus pies; ¿Cómo alguien espera tanto por algo y renuncia sin ni siquiera mirar lo otro que puede conseguir?
Es que no había ido por helado.
Solo intentó disfrazar aquella espera en la escena constante en la que había convertido su vida; ESPERAR.
Sí, esperar; sin buscar, sin intención de encontrar, porque a veces sabemos que lo que hay en la vitrina no es lo que queremos, pero nos da miedo el hecho de buscar en otro lado.
Nos mantenemos aferrados a vitrinas cuyo contenido no nos interesa, porque mirar otras que creemos empañadas aterra tanto como seguir mirando una vacía.
No todos los días son del sabor del helado que llamamos favorito, pero mientras llega, no dejes derretir las oportunidades que tienes en el mostrador del lado.
Quién sabe y terminas cambiando de sabor, y de vitrina.
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